Más que un museo didáctico, estas grandes fortalezas encierran entre sus
muros relatos fidedignos de las memorias de la región. Historias que han
mantenido vivo el legendario pasado de estos pueblos sureños que encontraron
nuevos rumbos con la conquista y colonización
Ada Victoria
Serrano
Sus murallas sirvieron de protección
y defensa en tiempos remotos, fueron usadas como áreas estratégicas de
innumerables contiendas bélicas y a su vez presenciaron la lucha que
desencadenó la búsqueda desesperada del mitológico “Dorado”.
Llegar hasta el castillo de San
Francisco de Asís o al de San Diego de Alcalá le asegura al visitante que se
disponga a hacer de esta travesía, un itinerario tanto entretenido como
didáctico. Estas dos estructuras arquitectónicas, mejor conocidas como “Los
castillos de Guayana” a lo largo de los años han guardado un majestuoso cuento
de batallas del ayer, custodiado por las ricas remembranzas de sus pobladores.
Sus bases pedregosas se han fijado
en el sentimiento guayanés, a tal punto, que ha hecho de este sitio además de
uno de los favoritos a la hora de hacer turismo regional, todo un Monumento
Histórico Nacional. Por esta razón lo invitamos a adentrarse en este encantador
escenario.
Para el recorrido se sugiere llevar
un atuendo cómodo, preferiblemente
deportivo, crema protectora y gafas para el sol, así como también prestar
mucha atención a los detalles que están en cada kilómetro del viaje.
Durante el camino, que se cuenta en
45 minutos aproximadamente partiendo desde San Félix, usted podrá observar
sitios de interés como: el cerro “El Gallo”, el puente sobre el Río Claro,
diversos asentamientos campesinos, la población “El Triunfo” -que lo llevará
hacia la ruta de Sierra Imataca-, el cerro “El Padrastro”, hasta llegar
finalmente al lugar donde se encuentran estas imponentes fortificaciones.
En la vía encontrará muchos puestos
que disponen del tradicional chorizo para parrilla, carne de res, casabe, queso
de telita y hasta catalina para su comercialización. En este trayecto hay
parajes que son predilectos por la venta del “None”, fruto tropical usado con propósitos medicinales. Sin
embargo, se recomienda hacer las compras al retorno y más aún, si quiere
exprimir al máximo su cita turística.
Una vez que llegue a la entrada de
estas soberbias fortalezas busque información en la Gerencia de Desarrollo
Social, oficina de atención al visitante de la CVG, pues allí encontrará ayuda,
-si la requiere- para aprovechar su estancia en esta locación histórica.
Pisando la historia
Según Virgina Rodríguez, guía y
habitante del pueblo los castillos o “Guayana la vieja”, estas construcciones
han pasado por tres procesos: “Conquista y colonización”, “Independencia” y
“Constitución de la República”.
El período de “Conquista y
colonización” se inicia a finales del siglo XVI. Esta etapa estuvo
caracterizada por la llegada de los españoles cuando se funda la primera
capital de la provincia de Guayana detrás del Castillo San Diego a 250 metros
de la laguna El Baratillo y bautizada con el nombre de Santo Tomé de Guayana.
Rodríguez señaló que luego de los constantes ataques que hicieran los piratas
ingleses, holandeses y franceses, la ciudad fue trasladada a Angostura, hoy
conocida como Ciudad Bolívar. El motivo de estos combates fue la búsqueda
desenfrenada por el famoso “Dorado”, leyenda que trajo a muchos conquistadores
y exploradores a estas tierras.
“Decían que por aquí se encontraba
una laguna muy rica, donde había un príncipe dorado cubierto con polvos de oros
y resinas olorosas, pero en sí todos esos tesoros de oro, diamante, hierro y
otros minerales que guarda la Guayana venezolana estaban pero no como se lo
imaginaban”, agregó Rodríguez.
Posterior a esto, y con la llegada del
Libertador Simón Bolívar, se dio inicio al segundo proceso de “Independencia”.
“Guayana la vieja” sirvió de refugio al resto de las tropas realistas luego que
el ejército patriota ganara la Batalla de San Félix. Una vez expulsados los realistas de la Provincia de
Guayana, Bolívar instaló su cuartel y
liberó estas tierras del yugo español.
En la tercera etapa se llevan a cabo
los procesos de constitución de la República. Durante estos años los castillos
fueron utilizados como cárceles y calabozos, pagaron servicio militar,
estuvieron ocupados hasta el año 1942 y quedaron abandonados hasta 1975, año en
el cual la Corporación Venezolana de Guayana (CVG) los rescata y convierte en
Patrimonio Cultural de la Región. En 1961 fueron declarados Monumentos Históricos
Nacionales y en 1962 comienzan a formar parte de la reserva forestal de Sierra
Imataca, añadió Rodríguez.
La realeza de un
pueblo
La comunidad que se encuentra en las
adyacencias de este paraje turístico mantiene tradiciones que honran la
historia de estos colosos.
Las generaciones que hoy día viven
en esta estancia han crecido y
desarrollado toda una cultura de servicio como antesala a los múltiples
visitantes que reciben a diario. Actualmente, según Rodríguez, habitan un aproximado
de 500 familias que atienden a los 300
turistas que van a este punto diariamente, destacando linajes como el de los
Ibarras y los Campos quienes han dejado
grandes aportes en este suelo.
Hay figuras que vale la
pena mencionar como lo son los señores
Adrián Campos y Rafael Rojas. El primero, murió a los 105 años y tenía
muchos conocimientos sobre la historia y creencias de los castillos; y el
segundo cuidaba al santo patrón de la comunidad, San Simón. Las festividades de
este santo se celebraban con misas, música de cuerda, sancochos populares de
ganado y pescado, y hasta juegos tradicionales como el palo encebado y
las galleras.
El panorama combina en
una sola calle principal un bulevar de comida, en donde las especialidades se
inclinan hacia platillos de pescados de ríos, con la vegetación exuberante de
la naturaleza que lo rodea y la majestuosa vista del río Orinoco.
Piedra a piedra
·
Estos fuertes militares se
levantaron entre los siglos XVII y XVIII por los españoles, quienes tenían por
objetivo controlar la navegación por el río Orinoco y obstaculizar la entrada
de piratas y bucaneros a “Guayana la vieja”.
·
El castillo de San
Francisco de Asís o Villapol se construyó durante el mandato del
Gobernador Tiburcio de Aspa Zúniga, en
el mismo lugar donde estaba el Convento de San Francisco de Asís.
·
El castillo de San Diego
de Alcalá o Campo Elías se erigió en la
cima de un cerro denominado “El Padrastro”, su función era servir de refuerzo
de defensa y apoyo al castillo de San Francisco de Asís.
·
Muchas de las piedras de
las paredes externas de ambos castillos son las originales que datan de sus
inicios. Los muros están construidos con
ladrillos de arcilla y piedras de hierro y a su vez el techo fue
materializado en “caña brava”, tipo de
madera propia de estos pueblos.
·
Hay una puerta principal
que está sellada en el Castillo de San
Francisco de Asís. Ésta es la única
parte que se conserva sobre tierra firme y se pensó que el desgaste en este punto,
podría derrumbarlo, ya que el resto está concebido sobre una roca.
·
Actualmente en el interior
del Villapol se puede conseguir información sobre el inicio de las poblaciones
del bajo Orinoco, notas sobre cómo se concebía la distancia en el pasado en
medidas de tiempo o líneas de cartografía, instrumentos de navegación y diversas
muestras de embarcaciones.
Cuentos de estos
“lares”
- Supuestamente en tiempos de Semana Santa
no había que desobedecer lo que dijeran los padres oriundos de “Guayana la
vieja”. Cuenta la leyenda dos hermanas se fueron a bañar al río, su mamá
les dijo que no lo hicieran porque era muy peligroso y les advirtió las
cosas increíbles que le pasaba a la gente indisciplinada en esta época. Al
parecer las pequeñas no hicieron caso, discutieron en el río y se
convirtieron en dos hermosas piedras ubicadas en el río Orinoco justo al
frente de los castillos de Guayana, que hoy en día son llamadas “Las dos
hermanas”
- Presuntamente en los castillos siempre se
escuchan ruidos y pasos, a veces, los visitantes experimentan una
sensación extraña, como si alguien estuviese subiendo las escaleras, pero
a fin de cuentas no es nadie. De hecho, en una de las lagunas llamada La
Ceiba cuentan los pobladores que sale un encanto: “Un hombre que se monta
dentro de las curiaras de los pescadores y no los deja 'canaletear', ellos
sienten tanto miedo que el cuerpo se les eriza, tienen que abandonar el
sitio e irse hasta su casa”.
- En la laguna El Baratillo hay un personaje
que se aparece como si fuera un pescador y lo insólito de su visita es que
cuando ese señor está allí, los demás no logran capturar ni un pez. Según
cuentan que cuando tratan de acercarse a la figura, el hombre desaparece
misteriosamente.
- La señora Ricarda, una de las habitante
más antiguas de este pueblo, cuando estaba viva contaba que veía a un
español vestido con una armadura bajando por uno de los castillos,
mientras arrastraba sus cadenas por el piso. Este ruido al parecer se
perdía en el río y más de uno presenció esta escena. Asimismo, en Semana
Santa, contaba el Señor Celedonio Rodríguez -otro personaje difunto de Los
Castillos- que bajaba una mujer llorando y esos alaridos que se oían, se
desvanecían en las aguas del Orinoco.
- En el interior del castillo San Diego de Alcalá se encuentra un pozo que según narran se conectaba internamente con el otro castillo como canal de fuga clandestino.
Brillante obsesión
Sir Walter Raleigh fue
el pirata más famoso y el que más buscó los tesoros del “Dorado”. Él casi
derrumba el castillo San Francisco de Asís, lugar en el cual pierde la vida su
hijo en manos del gobernador de la Provincia para la época.
Él logra llegar a la
aldea Cachamay y establecer una amistad con el cacique Morequito quien era amo
y señor de este lugar, uno de las más civilizadas para esos tiempos. Se internó
en el Orinoco y se obsesionó por conseguir el paradero del “Dorado”.
Este personaje incendió
aldeas aborígenes y mató a sus habitantes cuando estos no podían darle la
información que él quería. En sus
desaciertos planificó botines y saqueó
ciudades.
La desesperación lo
alejó de San Tomé, pero este tiempo le serviría para descubrir un método que
secara más rápido el tabaco, idear un sistema que convirtiera el agua salada en
potable y además escribir libros de filosofía. Posteriormente, intentaría más
tarde continuar su anhelada exploración, pero sólo sería otro fracaso más.
Murió decapitado en el año 1618, su
esposa hizo embalsamar su cabeza y durante el resto de su vida la llevó siempre
consigo en un maletín de cuero. Después de él los reyes financiaron muy pocas
expediciones hacia El Dorado.
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