jueves, 10 de mayo de 2012

Guardianes de piedra: Los castillos de Guayana


Más que un museo didáctico, estas grandes fortalezas encierran entre sus muros relatos fidedignos de las memorias de la región. Historias que han mantenido vivo el legendario pasado de estos pueblos sureños que encontraron nuevos rumbos con la conquista y colonización

Ada Victoria Serrano

            Sus murallas sirvieron de protección y defensa en tiempos remotos, fueron usadas como áreas estratégicas de innumerables contiendas bélicas y a su vez presenciaron la lucha que desencadenó la búsqueda desesperada del mitológico “Dorado”.
            Llegar hasta el castillo de San Francisco de Asís o al de San Diego de Alcalá le asegura al visitante que se disponga a hacer de esta travesía, un itinerario tanto entretenido como didáctico. Estas dos estructuras arquitectónicas, mejor conocidas como “Los castillos de Guayana” a lo largo de los años han guardado un majestuoso cuento de batallas del ayer, custodiado por las ricas remembranzas de sus pobladores.
            Sus bases pedregosas se han fijado en el sentimiento guayanés, a tal punto, que ha hecho de este sitio además de uno de los favoritos a la hora de hacer turismo regional, todo un Monumento Histórico Nacional. Por esta razón lo invitamos a adentrarse en este encantador escenario.
            Para el recorrido se sugiere llevar un atuendo cómodo, preferiblemente  deportivo,  crema protectora  y gafas para el sol, así como también prestar mucha atención a los detalles que están en cada kilómetro del viaje.
            Durante el camino, que se cuenta en 45 minutos aproximadamente partiendo desde San Félix, usted podrá observar sitios de interés como: el cerro “El Gallo”, el puente sobre el Río Claro, diversos asentamientos campesinos, la población “El Triunfo” -que lo llevará hacia la ruta de Sierra Imataca-, el cerro “El Padrastro”, hasta llegar finalmente al lugar donde se encuentran estas imponentes fortificaciones.
            En la vía encontrará muchos puestos que disponen del tradicional chorizo para parrilla, carne de res, casabe, queso de telita y hasta catalina para su comercialización. En este trayecto hay parajes que son predilectos por la venta del “None”, fruto tropical  usado con propósitos medicinales. Sin embargo, se recomienda hacer las compras al retorno y más aún, si quiere exprimir al máximo su cita turística.
            Una vez que llegue a la entrada de estas soberbias fortalezas busque información en la Gerencia de Desarrollo Social, oficina de atención al visitante de la CVG, pues allí encontrará ayuda, -si la requiere- para aprovechar su estancia en esta locación histórica.
Pisando la historia
            Según Virgina Rodríguez, guía y habitante del pueblo los castillos o “Guayana la vieja”, estas construcciones han pasado por tres procesos: “Conquista y colonización”, “Independencia” y “Constitución de la República”.
            El período de “Conquista y colonización” se inicia a finales del siglo XVI. Esta etapa estuvo caracterizada por la llegada de los españoles cuando se funda la primera capital de la provincia de Guayana detrás del Castillo San Diego a 250 metros de la laguna El Baratillo y bautizada con el nombre de Santo Tomé de Guayana. Rodríguez señaló que luego de los constantes ataques que hicieran los piratas ingleses, holandeses y franceses, la ciudad fue trasladada a Angostura, hoy conocida como Ciudad Bolívar. El motivo de estos combates fue la búsqueda desenfrenada por el famoso “Dorado”, leyenda que trajo a muchos conquistadores y exploradores a estas tierras.
            “Decían que por aquí se encontraba una laguna muy rica, donde había un príncipe dorado cubierto con polvos de oros y resinas olorosas, pero en sí todos esos tesoros de oro, diamante, hierro y otros minerales que guarda la Guayana venezolana estaban pero no como se lo imaginaban”, agregó Rodríguez.
            Posterior a esto, y con la llegada del Libertador Simón Bolívar, se dio inicio al segundo proceso de “Independencia”. “Guayana la vieja” sirvió de refugio al resto de las tropas realistas luego que el ejército patriota ganara la Batalla de San Félix. Una vez  expulsados los realistas de la Provincia de Guayana, Bolívar instaló su cuartel y  liberó estas tierras del yugo español.
            En la tercera etapa se llevan a cabo los procesos de constitución de la República. Durante estos años los castillos fueron utilizados como cárceles y calabozos, pagaron servicio militar, estuvieron ocupados hasta el año 1942 y quedaron abandonados hasta 1975, año en el cual la Corporación Venezolana de Guayana (CVG) los rescata y convierte en Patrimonio Cultural de la Región. En 1961 fueron declarados Monumentos Históricos Nacionales y en 1962 comienzan a formar parte de la reserva forestal de Sierra Imataca, añadió Rodríguez.

La realeza de un pueblo
            La comunidad que se encuentra en las adyacencias de este paraje turístico mantiene tradiciones que honran la historia de estos colosos.
            Las generaciones que hoy día viven en esta estancia  han crecido y desarrollado toda una cultura de servicio como antesala a los múltiples visitantes que reciben a diario. Actualmente, según Rodríguez, habitan un aproximado de 500  familias que atienden a los 300 turistas que van a este punto diariamente, destacando linajes como el de los Ibarras y los Campos quienes han dejado  grandes aportes en este suelo.
            Hay figuras que vale la pena mencionar como lo son los señores  Adrián Campos y Rafael Rojas. El primero, murió a los 105 años y tenía muchos conocimientos sobre la historia y creencias de los castillos; y el segundo cuidaba al santo patrón de la comunidad, San Simón. Las festividades de este santo se celebraban con misas, música de cuerda, sancochos populares de ganado y  pescado, y hasta  juegos tradicionales como el palo encebado y las galleras.
            El panorama combina en una sola calle principal un bulevar de comida, en donde las especialidades se inclinan hacia platillos de pescados de ríos, con la vegetación exuberante de la naturaleza que lo rodea y la majestuosa vista del río Orinoco.

Piedra a piedra
·         Estos fuertes militares se levantaron entre los siglos XVII y XVIII por los españoles, quienes tenían por objetivo controlar la navegación por el río Orinoco y obstaculizar la entrada de piratas y bucaneros a “Guayana la vieja”.
·         El castillo de San Francisco de Asís o Villapol se construyó durante el mandato del Gobernador  Tiburcio de Aspa Zúniga, en el mismo lugar donde estaba el Convento de San Francisco de Asís.
·         El castillo de San Diego de Alcalá o Campo Elías se erigió  en la cima de un cerro denominado “El Padrastro”, su función era servir de refuerzo de defensa y apoyo al castillo de San Francisco de Asís.
·         Muchas de las piedras de las paredes externas de ambos castillos son las originales que datan de sus inicios. Los muros están construidos con  ladrillos de arcilla y piedras de hierro y a su vez el techo fue materializado en  “caña brava”, tipo de madera propia de estos pueblos.
·         Hay una puerta principal que está sellada  en el Castillo de San Francisco de Asís. Ésta es  la única parte que se conserva sobre tierra firme y se pensó que el desgaste en este punto, podría derrumbarlo, ya que el resto está concebido sobre una roca.
·         Actualmente en el interior del Villapol se puede conseguir información sobre el inicio de las poblaciones del bajo Orinoco, notas sobre cómo se concebía la distancia en el pasado en medidas de tiempo o líneas de cartografía, instrumentos de navegación y diversas muestras de embarcaciones.

Cuentos de estos “lares”
  • Supuestamente en tiempos de Semana Santa no había que desobedecer lo que dijeran los padres oriundos de “Guayana la vieja”. Cuenta la leyenda dos hermanas se fueron a bañar al río, su mamá les dijo que no lo hicieran porque era muy peligroso y les advirtió las cosas increíbles que le pasaba a la gente indisciplinada en esta época. Al parecer las pequeñas no hicieron caso, discutieron en el río y se convirtieron en dos hermosas piedras ubicadas en el río Orinoco justo al frente de los castillos de Guayana, que hoy en día son llamadas “Las dos hermanas”
  • Presuntamente en los castillos siempre se escuchan ruidos y pasos, a veces, los visitantes experimentan una sensación extraña, como si alguien estuviese subiendo las escaleras, pero a fin de cuentas no es nadie. De hecho, en una de las lagunas llamada La Ceiba cuentan los pobladores que sale un encanto: “Un hombre que se monta dentro de las curiaras de los pescadores y no los deja 'canaletear', ellos sienten tanto miedo que el cuerpo se les eriza, tienen que abandonar el sitio e irse hasta su casa”.
  • En la laguna El Baratillo hay un personaje que se aparece como si fuera un pescador y lo insólito de su visita es que cuando ese señor está allí, los demás no logran capturar ni un pez. Según cuentan que cuando tratan de acercarse a la figura, el hombre desaparece misteriosamente.
  • La señora Ricarda, una de las habitante más antiguas de este pueblo, cuando estaba viva contaba que veía a un español vestido con una armadura bajando por uno de los castillos, mientras arrastraba sus cadenas por el piso. Este ruido al parecer se perdía en el río y más de uno presenció esta escena. Asimismo, en Semana Santa, contaba el Señor Celedonio Rodríguez -otro personaje difunto de Los Castillos- que bajaba una mujer llorando y esos alaridos que se oían, se desvanecían en las aguas del Orinoco.
  • En el interior del castillo San Diego de Alcalá se encuentra un pozo que según narran se conectaba internamente con el otro castillo como canal de fuga clandestino.
Brillante obsesión
            Sir Walter Raleigh fue el pirata más famoso y el que más buscó los tesoros del “Dorado”. Él casi derrumba el castillo San Francisco de Asís, lugar en el cual pierde la vida su hijo en manos del gobernador de la Provincia para la época.
            Él logra llegar a la aldea Cachamay y establecer una amistad con el cacique Morequito quien era amo y señor de este lugar, uno de las más civilizadas para esos tiempos. Se internó en el Orinoco y se obsesionó por conseguir el paradero del “Dorado”.
            Este personaje incendió aldeas aborígenes y mató a sus habitantes cuando estos no podían darle la información que él quería.  En sus desaciertos planificó botines  y saqueó ciudades.
            La desesperación lo alejó de San Tomé, pero este tiempo le serviría para descubrir un método que secara más rápido el tabaco, idear un sistema que convirtiera el agua salada en potable y además escribir libros de filosofía. Posteriormente, intentaría más tarde continuar su anhelada exploración, pero sólo sería otro fracaso más.
            Murió decapitado en el año 1618, su esposa hizo embalsamar su cabeza y durante el resto de su vida la llevó siempre consigo en un maletín de cuero. Después de él los reyes financiaron muy pocas expediciones hacia El Dorado.



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